Casi todo cambia a nuestro
alrededor: las herramientas de trabajo, los clientes, la tecnología, las
exigencias del mercado, la competencia… Por eso, lo normal es que también
nosotros, como profesionales, nos veamos obligados a cambiar para sobrevivir.
Esa es la base de la innovación.
Pero cambiar no siempre
resulta sencillo. ¿Hasta dónde debemos hacerlo?
- Si no cambiamos nada corremos el riesgo de desaparecer. Nadie se imagina
ya a un freelance sin ordenador, sin teléfono móvil, sin conexión a Internet, y
haciendo las cuentas con lápiz y papel.
- Si lo cambiamos todo -incluidos nuestros presupuestos de partida- nos
arriesgamos a llevar nuestro negocio a un punto al que no queremos llegar.
Podemos acabar haciendo algo que ni nos gusta ni nos interesa. Y eso, desde
luego, también es un callejón sin salida. ¿Para qué ser freelance en esas
condiciones?
Equilibrio entre
determinación y flexibilidad
Es evidente que la elección
de los proyectos que vamos a realizar marca nuestra orientación profesional: si
realizamos un determinado tipo de trabajos, avanzamos en una dirección; si
escogemos otros, nos orientamos en otra dirección muy distinta.
El hecho es que no resulta
fácil encontrar un equilibrio que nos permita sobrevivir en el mercado sin
renunciar a nuestros objetivos profesionales.
Un par de ejemplos extremos:
CASO A: DETERMINACIÓN. Te empeñas en seguir haciendo lo mismo que el
primer día, y de la misma forma que al principio, aunque los resultados no son
buenos: esa actividad no genera proyectos y no te está reportando beneficios.
Esta actitud puede resultar
positiva si al final, a fuerza de insistir con tu propuesta, consigues hacerte
un hueco en el mercado, y puedes dedicarte a lo que inicialmente tenías pensado.
Pero lo más común es que una actitud excesivamente rígida te obligue a
abandonar tu aventura profesional por falta de recursos.
CASO B. FLEXIBILIDAD. No te cierras ninguna puerta. Vas cambiando según
te lo piden los diferentes proyectos con los que te encuentras, aprovechando
las oportunidades que el mercado te ofrece, y te vas adentrando en un nicho de
negocio que ni siquiera tenías en mente cuando empezaste.
Podemos considerar que este
esfuerzo de adaptación es positivo si:
- El trabajo que ahora desarrollas
-y al que has llegado a través de los cambios- te sigue gustando y estimulando.
- Tu prioridad absoluta es
seguir trabajando como freelance, sea cual sea el trabajo, porque ese es el
modo de vida que has elegido, y esta nueva actividad te aporta unos recursos
que, de otra forma, no podrías conseguir.
Sin embargo, estos cambios
pueden ser considerados negativos si tu prioridad era realizar
un determinado tipo de trabajo -el que te hace feliz- y has acabado realizando
otro que no te interesa. Es decir, estos cambios no te compensan si te han
alejado de tus objetivos iniciales.
Objetivos y expectativas
Al final, se trata de una
cuestión de objetivos y expectativas. Ahí es donde puede estar la base de
nuestra decisión.
Por eso es conveniente que
antes de definir una estrategia te plantees al menos las siguientes preguntas:
-¿qué es lo que quiero
conseguir?
-¿cuál es mi objetivo
principal?
-¿hasta dónde estoy
dispuesto a renunciar para conseguirlo?
-¿de qué fondos dispongo
para hacer frente a las necesidades?
“NO, esto no es lo que
hacemos…”
Como es lógico, la
necesidad de cambiar según cambia el mercado no es exclusiva de los
profesionales independientes. También las empresas se enfrentan a este reto.
¿Has pensado alguna vez como lo hacen?
Según Seth Godin, la mayor
parte de las organizaciones dedican mucho tiempo a decir “esto no es lo que
hacemos”, o lo que es lo mismo, rechazan un montón de oportunidades. Y es
lógico. En la economía tradicional, decir NO es un requisito importante. La
explicación es muy sencilla: cuando una empresa intenta hacer un poco de todo,
está perdida.
Estas organizaciones están
donde están en parte porque mantienen el mismo enfoque, porque abordan los
mercados y las situaciones de una manera determinada. Sí dijesen sí a todo, probablemente
habrían desaparecido.
Godin emplea el ejemplo de
Nike: “Seguro que Nike podría hacer dinero en el corto plazo cediendo su nombre
a una nueva marca de vinos, pero ese no es su negocio.
De ahí que la respuesta
“esto no es lo que hacemos” se haya convertido en la espina dorsal de la
estrategia de muchas de las empresas tradicionales.
Pero, ¿por qué decimos NO?
El problema es que esta
estrategia no siempre es válida. Tal y como explica Godin, si la única razón
para decir “nosotros no hacemos ésto” es que nunca lo hemos hecho antes, esa
razón no vale. Y esto mismo puede aplicar a los profesionales
independientes.
No tiene sentido decir NO
por sistema cuando nos enfrentamos a tiempos de cambio permanente y acelerado,
como los actuales. Tampoco cuando surgen nuevas oportunidades que antes
desconocíamos. En esos casos siempre debemos preguntarnos: “¿por qué no
hacer otras cosas diferentes? Y, sobre todo: ¿por qué no hacer las cosas de
otra manera diferente?
Después de analizar la
situación, y e confrontarla con nuestros objetivos, estaremos preparados para
decidir.
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