martes, 20 de marzo de 2018


Casi todo cambia a nuestro alrededor: las herramientas de trabajo, los clientes, la tecnología, las exigencias del mercado, la competencia… Por eso, lo normal es que también nosotros, como profesionales, nos veamos obligados a cambiar para sobrevivir. Esa es la base de la innovación.

Pero cambiar no siempre resulta sencillo. ¿Hasta dónde debemos hacerlo?

- Si no cambiamos nada corremos el riesgo de desaparecer. Nadie se imagina ya a un freelance sin ordenador, sin teléfono móvil, sin conexión a Internet, y haciendo las cuentas con lápiz y papel.

- Si lo cambiamos todo -incluidos nuestros presupuestos de partida- nos arriesgamos a llevar nuestro negocio a un punto al que no queremos llegar. Podemos acabar haciendo algo que ni nos gusta ni nos interesa. Y eso, desde luego, también es un callejón sin salida. ¿Para qué ser freelance en esas condiciones?

Equilibrio entre determinación y flexibilidad

Es evidente que la elección de los proyectos que vamos a realizar marca nuestra orientación profesional: si realizamos un determinado tipo de trabajos, avanzamos en una dirección; si escogemos otros, nos orientamos en otra dirección muy distinta.

El hecho es que no resulta fácil encontrar un equilibrio que nos permita sobrevivir en el mercado sin renunciar a nuestros objetivos profesionales.

Un par de ejemplos extremos:

CASO A: DETERMINACIÓN. Te empeñas en seguir haciendo lo mismo que el primer día, y de la misma forma que al principio, aunque los resultados no son buenos: esa actividad no genera proyectos y no te está reportando beneficios.

Esta actitud puede resultar positiva si al final, a fuerza de insistir con tu propuesta, consigues hacerte un hueco en el mercado, y puedes dedicarte a lo que inicialmente tenías pensado. Pero lo más común es que una actitud excesivamente rígida te obligue a abandonar tu aventura profesional por falta de recursos.

CASO B. FLEXIBILIDAD. No te cierras ninguna puerta. Vas cambiando según te lo piden los diferentes proyectos con los que te encuentras, aprovechando las oportunidades que el mercado te ofrece, y te vas adentrando en un nicho de negocio que ni siquiera tenías en mente cuando empezaste.

Podemos considerar que este esfuerzo de adaptación es positivo si:

- El trabajo que ahora desarrollas -y al que has llegado a través de los cambios- te sigue gustando y estimulando.

- Tu prioridad absoluta es seguir trabajando como freelance, sea cual sea el trabajo, porque ese es el modo de vida que has elegido, y esta nueva actividad te aporta unos recursos que, de otra forma, no podrías conseguir.

Sin embargo, estos cambios pueden ser considerados negativos si tu prioridad era realizar un determinado tipo de trabajo -el que te hace feliz- y has acabado realizando otro que no te interesa. Es decir, estos cambios no te compensan si te han alejado de tus objetivos iniciales.

Objetivos y expectativas

Al final, se trata de una cuestión de objetivos y expectativas. Ahí es donde puede estar la base de nuestra decisión.

Por eso es conveniente que antes de definir una estrategia te plantees al menos las siguientes preguntas:
-¿qué es lo que quiero conseguir?
-¿cuál es mi objetivo principal?
-¿hasta dónde estoy dispuesto a renunciar para conseguirlo?
-¿de qué fondos dispongo para hacer frente a las necesidades?

“NO, esto no es lo que hacemos…”

Como es lógico, la necesidad de cambiar según cambia el mercado no es exclusiva de los profesionales independientes. También las empresas se enfrentan a este reto. ¿Has pensado alguna vez como lo hacen?

Según Seth Godin, la mayor parte de las organizaciones dedican mucho tiempo a decir “esto no es lo que hacemos”, o lo que es lo mismo, rechazan un montón de oportunidades. Y es lógico. En la economía tradicional, decir NO es un requisito importante. La explicación es muy sencilla: cuando una empresa intenta hacer un poco de todo, está perdida.

Estas organizaciones están donde están en parte porque mantienen el mismo enfoque, porque abordan los mercados y las situaciones de una manera determinada. Sí dijesen sí a todo, probablemente habrían desaparecido.

Godin emplea el ejemplo de Nike: “Seguro que Nike podría hacer dinero en el corto plazo cediendo su nombre a una nueva marca de vinos, pero ese no es su negocio.
De ahí que la respuesta “esto no es lo que hacemos” se haya convertido en la espina dorsal de la estrategia de muchas de las empresas tradicionales.

Pero, ¿por qué decimos NO?

El problema es que esta estrategia no siempre es válida. Tal y como explica Godin, si la única razón para decir “nosotros no hacemos ésto” es que nunca lo hemos hecho antes, esa razón no vale. Y esto mismo puede aplicar a los profesionales independientes. 

No tiene sentido decir NO por sistema cuando nos enfrentamos a tiempos de cambio permanente y acelerado, como los actuales. Tampoco cuando surgen nuevas oportunidades que antes desconocíamos. En esos casos siempre debemos preguntarnos: “¿por qué no hacer otras cosas diferentes? Y, sobre todo: ¿por qué no hacer las cosas de otra manera diferente?

Después de analizar la situación, y e confrontarla con nuestros objetivos, estaremos preparados para decidir.

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